2009-03-04

Panorama postelectoral



Todos prometen y nadie cumple. Vota a nadie”, se podía leer en el puente de La Boca en Buenos Aires, y así lo recogió Eduardo Galeano en su Libro de los Abrazos. Se acercaban las elecciones autonómicas a la Comunidad Autónoma Vasca y, lejos de querer engañar al electorado (así de transparente es nuestro sistema político), los partidos se propusieron romper con la máxima citada: no es que vayan a cumplir, es que, durante esta campaña electoral, apenas han prometido. Una campaña basada única y exclusivamente en criticar posiciones ajenas, completamente vacía de contenido, en la que se ha discutido más sobre futuros pactos que sobre propuestas. Abrir cualquier periódico durante cualquier día de campaña era encontrar alusiones a otros en los espacios reservados a cada uno. Día tras día. Ante tal alarde democrático, ya tenemos resultados.

PNV. 30 escaños, 396.000 votos. Segundo mejor resultado en solitario de la historia de los jeltzales, el mejor desde las autonómicas de 1984 (previo a la escisión de EA). Con una campaña tan centrada en el perfil gestor de Ibarretxe como receta contra la crisis económica, el PNV corría el riesgo de no resultar creíble; perfil creado por y para las elecciones, tras años de debate centrado en el derecho a decidir. El contexto económico actual probablemente haya ayudado al lehendakari en funciones a sacar a la luz tal perfil.

Dejar completamente de lado el tema territorial hubiera sido demasiado peligroso para los penenuvistas. Quizá por eso, aprovechando la campaña (o quién sabe si solamente para la campaña), el partido mayoritario ha dado un giro al nacionalismo identitario utilizado durante estos últimos años para pasar a un nacionalismo más pragmático; Euskadi como lugar de toma de decisiones de los vascos, porque las decisiones ganan en eficacia cuanto más cerca estén de los ciudadanos a los que se les imponen tales decisiones. Así se entiende que el propio Ibarretxe contrapusiera Madrid y la CAV como centros de decisiones de los vascos.

Todo esto, quizá, no tenga tanta fuerza para explicar el éxito del resultado como el miedo gran parte del electorado abertzale a una hipotética victoria socialista. No en vano, la mayor preocupación del PNV durante la campaña ha sido la desmovilización del voto abertzale, intentando activarla por todos los medios (encuestas del propio Gobierno Vasco dando una ligera ventaja a los partidos estatalistas a una semana de las elecciones pueden ser entendidas dentro de esta estrategia de movilización).

PSE. 25 escaños, 316.000 votos. Con un incremento de votos de aproximadamente 40.000 votos y la llave de la Lehendakaritza en sus manos, parecería claro decir que el de los socialistas ha sido todo un éxito.

No lo ha sido. La campaña socialista se ha sostenido sobre dos pilares: la carga simbólica, emocional, y los disparates surgidos de una campaña sin propuestas. Los socialistas, con la vista puesta en las pasadas elecciones generales, no identificaron que el resultado cosechado en la CAV en aquellas elecciones fue, una vez más, una suma de votos preventivos anti – PP, no un voto socialista como tal. Visto el caramelo de una Euskadi socialista, creyeron tener (o poder crear) un Obama a la vasca, alguien a quien le baste hablar de cambio para ganar. Pero ni Patxi López es Obama, ni tiene el carisma que se necesita para que sus carencias académicas y laborales pasen desapercibidas. El PSOE ha llevado una campaña destinada a ganar, pero la realidad es que, además de quedarse a seis escaños de la primera fuerza (ilegalización favorable incluida), el PNV aventaja al PSE en 80.000 votos. Estos resultados, para unas expectativas tan altas y una campaña con un único objetivo, no pueden ser considerados como buenos.

Muchas veces, la falta de contenido lleva a tener que ocultar esa carencia de cualquier manera. Diciendo cualquier cosa. Disfrazándose de lo que sea. Así ha sido la campaña socialista. Un presidente del gobierno español diciendo que con Patxi vendrá la paz a Euskadi. ¿No habíamos quedado en que el fin de la violencia se consigue por vía policial? ¿En qué lugar queda el presidente español, si él no consiguió acabar con ETA? Por otro lado, tenemos a Patxi diciendo que con él se acabó la política del frentismo. Está por ver si sale elegido Lehendakari, pero si lo hace (con la única ayuda de PP y UPD), acaso no sería eso frentismo? Estas “incongruencias” se completan con el “giro vasquista” que ha querido dar el PSE. Foto del candidato con Txapela y poco más. “Giro vasquista” del mismo partido que, teniendo la llave de las decisiones en el parlamento navarro, no apoya las leyes a favor del euskera.

PP. 13 escaños (pierde dos), 145.000 votos y, sin embargo, uno de los vencedores de la noche electoral. Difícil papeleta la de Basagoiti de cara al 1-M: disputas internas en el partido a nivel estatal, una sombra alargada de María San Gil en el PP vasco, el relativo peligro de una nueva competencia constitucionalista y, por encima de todo, la gran amenaza de fuga de votos útiles al PSE. Con todo, el PP ha mantenido el tipo en la medida de lo posible y puede darle la Lehendakaritza a Lòpez. Todo un éxito, dadas las circunstancias. Bocanada de aire para Rajoy, que seguro acallará voces dentro de su partido con los resultados vascos y principalmente gallegos.

ARALAR, EA, D3M. 4 y un escaños y 100.000 votos nulos, respectivamente. Al intentar ocupar el mismo sector del electorado pueden ser analizados conjuntamente, ya que el beneficio de unos puede venir de la bajada de otros. Por partes:
Aralar, la gran beneficiada de estos comicios. De una a cuatro parlamentarios y con una subida de votos considerable. Con una campaña discreta, ha sabido equilibrar izquierda y nacionalismo, error en el que caen demasiadas veces muchos de los partidos independentistas de izquierdas. Sea por parte de EA o por la creciente tendencia hacia el voto válido de la izquierda abertzale clásica, Aralar ha sabido crear una pequeña alternativa abertzale frente al PNV, libre de lastres violentos. La primera victoria de Aralar la ha conseguido en el campo de la utilización del lenguaje, puesto que, cada vez con más frecuencia, se oye hablar de una “izquierda abertzale clásica” o “histórica” para definir el mundo representado por Batasuna.
EA, o El Hundimiento. En votos y diputados. Veremos que es lo que saca en claro el partido fundado por Carlos Garaikoetxea en abril, cuando celebre la próxima asamblea extraordinaria, pero desde luego sería un error achacar tal caída únicamente al voto útil: más doloroso que el voto fugado al PNV le resulta a EA la escalada de votos de Aralar, ya que, además de aspirar al mismo electorado, a Eusko Alkartasuna se le suponía cierta ventaja. Aralar viene a ser el claro reflejo de su desastre electoral. Un partido venido tan a menos y con semejantes disputas internas puede estar herido de muerte si no lo remedia pronto.
D3M. 100.000 votos. ¿Éxito o fracaso? Es innegable el mérito de un partido que, en situación de ilegalidad, consigue sumar tal cantidad de votos. Pero, por otra parte, la comparación con anteriores citas electorales revelan que son los peores resultados de la izquierda abertzale histórica. Con los datos sobre la mesa, puede haber una doble interpretación de la realidad que seguro se contrapondrán en debates internos; por un lado, el éxito de 100.000 votos en situación ilegal, con un discurso en torno a un parlamento deformado de la realidad y con votos robados por otras formaciones, presumiendo de apoyo social a pesar de los pesares. Por otro, la caída de su apoyo social, mirando a Aralar como mejor espejo para analizar los datos propios. La izquierda abertzale histórica ha adjudicado, desde la creación del partido de manos de Patxi Zabaleta, la etiqueta de traidor. Ha sido mucho más odiado y ha merecido muchos más minutos de crítica Aralar, ideológicamente idéntico a Batasuna (con la excepción de la condena de la violencia) que las antípodas ideológicas del PP. Y es que, en política, a veces el enemigo no es quien más se aleja de nuestras ideas, sino quien es capaz de deslegitimarlas. La izquierda abertzale clásica debe ser consciente de que tiene en su mano el éxito o fracaso político de Aralar, pero en la medida en que no cambie su rumbo, estará creando una alternativa cada vez más fuerte que, a largo plazo, puede acabar siendo el referente de una izquierda abertzale completamente diferente a la actual.

EB y UPyD. Otro socio de gobierno con opción real de desaparición. Un discurso desacertado con un director de orquesta paupérrimo como Madrazo, que ha intentado prometer políticas que no ha realizado en ocho años de gobierno. Poco creíble. Por otra parte, UPD consigue representación que años atrás correspondería a Unidad Alavesa, pero que puede resultar triunfador si ese único escaño es el decisivo a la hora de conformar un gobierno (o al menos Lehendakari) españolista.

Los números son los que son. Solo nos queda ver si PNV y PSE se reparten el pastel (en cualquiera de sus variantes) o si el PSE buscará la Lehendakaritza a toda costa, aunque para ello tenga que pasar por alto términos como transversalidad.

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